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Una crítica de ALBERTO CARPINTERO y CLAUDIA LÓPEZ | alberto@planeta5000.com | claudia@planeta5000.com

INFIERNO BAJO AL AGUA

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Infierno bajo el agua es la nueva película del director francés Alexandre Aja, quien ha sido capaz de realizar una película comercial y palomitera, que mantiene en vilo al espectador hasta el último momento, pero imprimiendo su sello personal, que ya vimos en otras películas como Las colinas tienen ojos ( The Hills Have Eyes, 2006), Reflejos (Mirrors, 2008), Piraña 3D (Piranha 3D, 2010) o Horns (2013). A excepción de esta última, donde también se respira cierto clima de tensión, en el resto de sus películas nos tiene acostumbrados a una violencia exacerbada, algo que es de esperar también en Infierno bajo el agua, y que sin embargo no nos resultará tan desagradable como en otras ocasiones, y eso que esta vez puede estar más que justificada, ya que a fin de cuentas se trata de una película de tornados y cocodrilos.

La actriz protagonista de la película es Kaya Scodelario, a quien le hemos seguido su trayectoria desde que interpretase a Effy Stonem, la hermana pequeña de Tony en la primera temporada de la serie Skins (2007-2008), que acabará pasando a tener un papel protagonista en la segunda temporada. Su recorrido continuó mejorando, interpretando a Teresa Agnes, la protagonista femenina en la saga de El corredor del laberinto (The Maze Runner, Wes Ball, 2014) y a Carina Smyth en Piratas del Caribe la venganza de Salazar (Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales, Joachim Rønning y Espen Sandberg, 2017).

Cuando un enorme huracán llega a su pueblo en Florida, Haley (Kaya Scodelario) ignora las órdenes de evacuación para encontrar a su padre desaparecido (Barry Pepper). Tras encontrarle gravemente herido en el entresuelo de su casa, los dos quedan atrapados por la inundación que cubre rápidamente el terreno. Prácticamente sin tiempo para escapar de la tormenta que arrecia, Haley y su padre descubren que la subida del nivel del agua es el menor de sus problemas.

El título original del film es Crawl tal vez haciendo referencia al estilo de natación crol, y es que como es lógico la natación tiene un papel crucial en este film, dónde el mismo comienzo de la película nos muestra a Haley (Kaya Scodelario) en una carrera de natación de relevos, carrera que pierde por unas pocas décimas de segundo. A lo largo de la película veremos cómo afectan esas décimas en la lucha contra los cocodrilos. Poco a poco se nos va revelando cómo Haley desde pequeña ha querido dedicarse a la natación y era su padre quien la entrenaba, hasta el momento de la separación de los progenitores, que ella achaca precisamente a toda la presión que supuso para la familia las clases de natación. El padre fue muy exigente con su hija a quien para motivarla a continuar con la natación la llamaba “depredadora” y ahora deberá enfrentarse, en una lucha por la supervivencia, a los reyes depredadores por excelencia.

El protagonista masculino de la película, Barry Pepper, también tiene una larga trayectoria, desde el telefilme Titanic (Robert Lieberman, 1996), pasando por El llanero solitario (The Lone Ranger, Gore Verbinski, 2013) y habiendo participado también en la saga El corredor del laberinto, interpretando a Vince.

Por si todo este reparto nos pareciera poco, el proyecto viene respaldado por el aclamado Sam Raimi, famoso entre otras cosas por dirigir la saga The Evil Dead, aunque para un público más amplio es famoso por la saga original de Spiderman, con Tobey Maguire como hombre araña. A lo largo de las últimas décadas se ha dedicado principalmente a producir, pero no podemos olvidar lo que supone su cine para el fantástico, una referencia obligada. Prueba de ello es la portentosa y no lo suficiente valorada Arrástrame al infierno (Drag Me to Hell, 2009).

Volviendo al argumento, nos sorprende un personaje no humano; la perrita Sugar, un precioso terrier color negro, llamado en realidad Cso-Cso, sin duda el personaje más enternecedor de todo el film y con más inteligencia que muchos humanos.

Es interesante todas las opciones que barajó Ajá sobre qué hacer con Sugar, desde la opción de que los protagonistas la sacrificasen para salvarse hasta la opción de que ella les salvase. Bromeó incluso con la opción de hacer una secuela completamente desde el punto de vista de la perrita.


Alexandre Aja durante todo el metraje nos mantiene pegados a la butaca con el corazón en un puño, con las tensas secuencias de acción, lo cual también hay que agradecer a la magnífica banda sonora obra de Max Aruj y Steffen Thum.

Aunque esta película no vaya a suponer un antes y después en su género, sí que tiene bastantes posibilidades de convertirse en un clásico dentro de lo que podríamos considerar películas de “terror animal”, tan propias de los meses de verano. En este caso tanto el huracán como los cocodrilos, habitantes de Florida, no están tan impostados como en otras películas de este tipo de terror, sino que encajan de manera divertida y creíble dentro de la atmósfera tan bien lograda por Aja. El miedo al cocodrilo es algo innato, y además en lugares como Florida también es un miedo real, donde las redes sociales se revolucionan cada vez que a uno de estos grandes reptiles les da por pasearse por lugares tan ajenos a ellos como campos de golf o incluso casas particulares. Y es que aunque el cocodrilo pueda parecernos un animal lento lo cierto es que tiene un poder letal y cada año se cobra numerosas víctimas, especialmente en África y América del Sur, aunque sólo 6 de las 23 especies de cocodrilos conocidas están caracterizadas como peligrosas. Sin embargo no debemos olvidar que es un animal en peligro de extinción, a pesar de llevar millones de años sobre la Tierra(dato al que hace un guiño el poster, al decir que ellos estaban aquí antes que nosotros), el ser humano le ha dado caza hasta diezmarlo, ya sea por el respeto que impone su terrible mandíbula o por su codiciada piel o por la caza furtiva.

SI tenemos que poner alguna pega a la vibrante cinta es tal vez la relación entre padre e hija, que no termina de ser del todo verosímil. A pesar de que la conexión entre las dos hermanas y el padre queda bien retratada, algo no termina muy bien de aclararse entre él, entrenador de Haley desde niña, y todo el asunto del distanciamiento entre ambos. Toda esta trama, que por un lado pudiera estar bien para conocer mejor a los protagonistas, por otro lado le impone una seriedad al film que no le corresponde, pues no deja de ser un producto de puro entretenimiento, de cómo sobrevivir ante tamaños depredadores. Por lo tanto, la trama dramática supone un pequeño lastre, que acerca la cinta a los dramas televisivos de sobremesa. Por suerte, todo el resto de la película es emocionante y terrorífico y está dirigido con pulso de hierro por el maestro del terror Alexandre Aja.

A pesar de su tardío estreno en España, previsto para finales de agosto, tiene todas las papeletas para convertirse en una de las películas del verano, como lo fue Megalodón (Meg, Jon Turteltaub , 2018) el año pasado. Y es que a pesar de su modesto presupuesto (13,5 millones de dólares) lleva ya recaudado 49.5 millones de dólares, y subiendo.



Los cocodrilos han tenido desde el principio del cine una gran presencia en pantalla. Como animales salvajes terriblemente peligrosos siempre se les ha otorgado el papel de villano, incluso antes, en la literatura. Recordemos que en la obra de teatro, que posteriormente fue novela y películas, Peter Pan y Wendy (James Matthew Barrie, 1904), el cocodrilo representaba el mayor temor del Capitán Garfio: el tiempo, que irremediablemente nos va alcanzando a todos, salvo a los que permanecen jóvenes de espíritu, como Peter Pan y sus “niños perdidos”. Dicho cocodrilo le arrancó la mano a Garfio en el pasado y le persigue durante años para acabar su propósito de consumirle por completo.

En los años 30, con las películas de Tarzán dicho lagarto tuvo varios momentos de gloria. Rara era la película en que el héroe del taparrabos no echase una carrera o pelease contra tal temible fiera. Mítica, y repetida hasta la saciedad, es la secuencia de Johnny Weissmuller, el mejor Tarzán, dando vueltas y vueltas bajo el agua, abrazado a un enorme cocodrilo y acabando con su vida con un simple cuchillo. Esta secuencia, evidentemente trucada, seguramente fue grabada en una de las piscinas de la Metro-Goldwyn Mayer.

Más adelante, en los años 50, en la edad dorada de la SyFy de Hollywood, donde monstruos y alienígenas llenaban las pantallas, aparecieron unos simpáticos hombres caimán en la naif y estupenda El caimán humano (The Alligator People, Roy del Ruth, 1959). Dicha metamorfosis de hombre con cocodrilo, era culpa, cómo no, de un “mad doctor” clásico.

Pero fue en los años 70 donde el prehistórico animal empezó a tener más visibilidad y protagonismo. Comenzando por una aparición en la saga Bond, en la psicodélica Vive y deja morir (Live and Let Die, Guy Hamilton, 1973), con Roger Moore como agente especial 007. En un trama bien arraigada en el vudú de Nueva Orleans, los cocodrilos hacen su aparición para darnos una de las secuencias más espectaculares y divertidas de la cinta, donde el agente británico debe atravesar un pantano pisando las cabezas de las temibles bestias, como si de un cartoon de Tex Avery se tratase.

Tras la impresionante La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Tobe Hooper, 1974), Tobe Hooper intentó emular en parte la fórmula del éxito conseguido con su familia de tarados tejanos con Trampa mortal (Eaten Alive, Tobe Hooper, 1976), donde un tipo extraño regenta un hotel en medio de los pantanos de Louisiana. Con un estilo menos realista y más de cartón piedra, Hooper introdujo a la fórmula cierto humor cafre y un cocodrilo bien grande, mascota oficial del hotel, muy bien alimentado por algún que otro humano. Años después, Hooper volvería a tratar con estos lagartos en Cocodrilo (Cocodrile, Tobe Hooper, 2000), pero esta vez con mucha menos gracia.

En 1975 apareció el tiburón de Spielberg (Tiburón, Jaws, Steven Spielberg, 1975) y se puso más que nunca de moda el llamado “terror animal”, surgiendo subproductos sobre todo del país de los de los subgéneros por excelencia: Italia. Y fue el gran cineasta Sergio Martino quien nos ofreció su visión de este tipo de horror utilizando nuestros queridos reptiles en la floja pero estimable Caimán (Il flume del grande caimano, Sergio Martino, 1979).

Un año después, en 1980, Lewis Teague inició lo que sería una especie de trilogía de terror con animales con La bestia bajo el asfalto (Alligator, Lewis Teague, 1980), centrada en un “alligator” gigante como su propio nombre original indica. Dicha trilogía la completarían Cujo (Lewis Teague, 1983) y Los ojos del gato (Cat's Eye, Lewis Teague, 1985), ambas basadas en novelas de Stephen King, la primera con un perro San Bernardo rabioso y la segunda con tres pequeñas historias cuyo nexo en común son los gatos. En Alligator, historia escrita por el prestigioso John Sayles, un pequeño cocodrilo es arrojado por un inodoro y vive en las cloacas de la ciudad de Chicago. Al consumir unas hormonas experimentales desechadas por una clínica, dicho alligator crecerá hasta convertirse en una enorme bestia, que atacará sin piedad la ciudad. Esta cinta supone un aire fresco dentro de la serie b convencional y su gran éxito derivará en una fallida y tardía secuela; La bestia bajo el asfalto 2 (Alligator II: The Mutation, Jon Hess, 1991).

En 1986, una comedia de aventuras australiana revolucionó la visión de estos seres. Se trata de la famosísima Cocodrilo Dundee (Cocodrile Dundee, Peter Faiman, 1986). El argumento es bien conocido; un popular cazador de cocodrilos australiano, Michael Dundee, será visitado por una reportera estadounidense. Dividida claramente en dos partes y basado su humor en el contraste cultural, en la primera parte disfrutaremos con la periodista en la vida salvaje de Australia, con muchos cocodrilos incluidos, y en la segunda el aguerrido cazador viajará a la otra jungla: Nueva York. Allí viviremos su peculiar adaptación a todos los “peligros” y excentricidades de la gran urbe. La cinta tuvo tanto éxito que generó dos secuelas, cada cual peor, solo salvadas por el arrollador carisma de su protagonista y creador, Paul Hogan, que quedaría para siempre encasillado en ese personaje.

A finales de los 80 surgieron en Italia otras dos cintas propias del subgénero de animales gigantes: Cocodrilo asesino (Killer Cocodrile, Fabrizio de Angelis, 1989) y su secuela Cocodrilo asesino 2 (Killer Cocodrile 2, Gianetto de Rossi, 1990), divertidas series b, con gran banda sonora de Riz Ortolani.

Y una década después, apareció la película que iniciaría una saga que aún hoy en día sigue viva; Mandíbulas (Lake Placid, Steve Miner, 1999), una estupenda cinta que recordaría a las mejores de los años 50, con unos actores en estado de gracia. Incluso el soso Bill Pullman le daba chispa al asunto. De este “Lago Plácido” vinieron otras cinco películas, la última el año pasado. Pero la más curiosa es la que establece un cruce entre sagas, añadiendo “Anaconda” a la ecuación: Mandíbulas contra Anaconda (Lake Placid vs. Anaconda, A.B. Stone, 2015), un crossover imposible, aún más en su título original, que enfrenta el plácido lago contra la anaconda. Menos disfrutable de lo que pudiera parecer, sigue siendo una básica para los completistas de sagas.

En 2007, el australiano Greg McLean, nombre que supone un aire fresco para el cine fantástico y de terror (Wolf Creek, The Belko Experiment), dirigió un guion propio donde un cocodrilo gigante ataca un barco de turistas en un parque natural. Se trata de El territorio de la bestia (Rogue, Greg McLean, 2007). Relato conciso y tenso, muy bien dirigido y actuado. Pasó sin pena ni gloria por taquilla pero merece la pena acercarse a ella.

Pero tal vez la auténtica edad dorada de estos “cariñosos” animales se esté viviendo en la actualidad, donde las películas de la productora Asylum y el canal SYFY se rifan la corona de la serie Z y el CGI más cutre. Cuanto más loco y absurdo sea el título y el argumento, más éxito tienen entre sus feligreses. Y dentro de eso, los cocodrilos juegan un importante papel, dando unos buenos títulos en esta infamia fílmica. Nombres tan delirantes como Dinocroc vs. Supergator (Rob Robertson, Jim Wynorski, 2010), Mega Pitón contra Mega Caimán (Mega Python vs. Gatoroid, Mary Lambert, 2011) o RoboCroc (Arthur Sinclair, 2013), son algunos de los ejemplos, para haceros una idea.

Todo ello para llegar a Infierno bajo el agua (Crawl, Alexandre Aja, 2019), cinta que encabeza este repaso como uno de los mejores ejemplos de cine de cocodrilos. Una vibrante película de acción, que hará las delicias de los amantes de las emociones fuertes y el terror con animales.

No se la pierdan.

Título original Crawl
2019 - 87 min. - Estados Unidos
Dirección
Alexandre Aja
Guion
Michael Rasmussen, Shawn Rasmussen
Música
Max Aruj, Steffen Thum
Fotografía
Maxime Alexandre
Reparto
Kaya Scodelario, Barry Pepper, Morfydd Clark, Ross Anderson, George Somner, Anson Boon, Ami Metcalf, Annamaria Serda, Colin McFarlane
Productora
Ghost House Pictures / Paramount Pictures. Productor: Sam Raimi
Género
Terror | Cocodrilos

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