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Una cobertura-crónica de ALBERTO CARPINTERO y JOSE ANTONIO MONGE - www.PLANETA5000.com
Un año más, el equipo de Planeta5000 hemos estado en el Festival de Sitges, para nosotros el festival de cine fantástico más importante del mundo. Nueve intensos días, repletos de cine. De toda la avalancha de títulos que alberga el festival, éstos son los que pudimos ver
MENÚ DE PELÍCULAS SITGES 2015:
ADIÓS TÍO TOM | ANOMALISA | AS THE GODS WILL | BASKIN | BITE | CONTRACTED PHASE 2 | COOTIES | COP CAR | DEATHGASM | GREEN ROOM | KNOCK KNOCK | LA PRÓXIMA VEZ APUNTARÉ AL CORAZÓN | LACE CRATER | LIFE | LOST SOUL: THE DOOMED JOURNEY OF RICHARD STANLEY'S ISLAND OF DR. MOREAU | LOVE 3D | LOVE AND PEACE | LUDO | MAGGIE | MEN AND CHICKEN | The MIND'S EYE | MR. RIGHT | NEAR DEATH EXPERIENCE | NIGHT FARE | |PARTISAN | RYUZO AND HIS SEVEN HENCHMEN | SLOW WEST | SPL 2: A TIME FOR CONSEQUENCES | STUNG | TAG | TANGERINE | THE DEVIL'S CANDY | THE FINAL GIRLS | THE GIFT | THE HALLOW | THE INVITATION | THE LEGEND OF BARNEY THOMSON | THE PACK | THE THIEF AND THE COBBLER | THE VIRGIN PSYCHICS | THE WITCH | TURBO KID | VICTORIA | YAKUZA APOCALYPSE |
El director danés Nicolas Winding Refn (Only God Forgives, Bronson), homenajeado este año en el festival, presenta una de sus películas favoritas, de la que extrajo la canción “Oh my love” de Riz Ortolani para su film más famoso: Drive (2011). Enmarcada dentro del subgénero “mondo”, Adiós, tío Tom (1971), dirigida por los creadores de Mondo Cane (1962), Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi, es un puñetazo en el estómago del espectador. Poética brutal sobre la esclavitud en América, sus imágenes permanecen en la memoria durante mucho tiempo.
El festival proyectó una copia en 35mm sin restaurar y en su versión cortada, pero debido a la potencia de sus imágenes y al deterioro del celuloide, los asistentes pudimos degustar el auténtico sabor del puro cine.
Una verdadera obra maestra, que merece una restauración urgente y una edición en dvd o bluray en condiciones.
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Anomalisa (Charlie Kaufman, 2015) es un dramón existencialista hecho con muñecos. Una auténtica maravilla. Animación seria, adulta, que deja poso. Siempre agradecemos al festival que proyecte películas que, en principio, no tienen mucho que ver con el cine fantástico, pero que son absolutamente fantásticas, en el sentido más estricto del término.
Comentar un par de curiosidades de la cinta. Todas las voces de los personajes los hace una sola persona, salvo las de los dos protagonistas; algo muy inquietante. Por otro lado, Charlie Kaufman es tan autor de la historia, que escribe hasta la canción de los créditos finales.
Anomalisa nos muestra otro oscuro rincón de la mente privilegiada que nos trajo Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999) y ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004). No os la perdáis cuando se estrene.
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Takashi Miike vuelve a visitar el festival, presentando dos películas: As the Gods Will y Yakuza Apocalypse. As the Gods Will es una especie de El corredor del laberinto (Wes Ball, 2014), aderezado con unas cuantas sustancias psicotrópicas y un buen puñado de gore naïf. El resultado no puede ser más desconcertante. Es mejor no desvelar nada de su loco argumento pero, os aseguro, que pocas veces habréis visto mayor “ida de olla”. Pero no todo es genialidad pues el ritmo es irregular y el mayor problema de este viaje alucinado es su larga duración, algo que viene fastidiando las últimas obras del realizador nipón.
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Una de las obras más esperadas de esta edición es una de las más decepcionantes. Baskin es una película turca que se basa en un corto que tuvo su éxito hace un par de años y, como muchas veces pasa, da la sensación de que es un corto alargado, con una primera hora donde no ocurre casi nada. Pasada esa hora, cuando empieza el terror, el interés se ha perdido. Y el elemento del horror, que vendían como “acojonante”, tampoco es para tanto.
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Este año hay dos “Bites”, nosotros vimos la de los bichos. Una chica es picada por un bicho tropical en un viaje de despedida de soltera. Esa picadura trae tras de sí una buena infección y probables mutaciones del cuerpo. Ángel Sala, el director del festival, la definió como “asquerosa” en la rueda de prensa. En Planeta5000 tenemos cayo y no nos dio tanto asco. La verdad es que parecía un intento de hacer La mosca de Cronenberg pero con bajo presupuesto y estética de serie a lo “Masters of Horror”, que tampoco es nada malo. El resultado se queda a la mitad de nada, ni da asco, ni miedo. Eso sí, no se hace muy pesada y eso ya es todo un logro.
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Poco interés para una historia insulsa, con realización cercana al telefilme y con algún momento desagradable. Deudora de una primera parte algo más interesante. No nos interesó en demasía aunque la hora de su proyección y el cansancio no ayudó.
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Niños zombies. Buen término, nada puede fallar. Añádele a Elijah Wood y una tonelada de humor infantiloide absurdo (que a veces te saca de la película) y te da por resultado Cooties, una entretenida película para un buen maratón de zombies, en el que cada despiece, decapitación o explosión de cuerpos da origen a una ovación en la platea.
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Un argumento sencillo pero muy efectivo: Dos niños se encuentran un coche de policía abandonado y lo roban. Es el coche de un sheriff, interpretado por Kevin Bacon, que esconde varios secretos, nada legales. La sensación de libertad y aventura que experimentan los críos, en contraposición a la angustia que sufre el sheriff. Todo ello muy bien narrado, con algún momento poco creíble, acción moderada y un genial Kevin Bacon, dándolo todo. Su director, John Watts, que ahora se va a hacer cargo de la nueva de Spider-man, ya nos había demostrado su buen hacer con su anterior cinta: Clown (2014).
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Heavy Metal y gore. Si no te gustan ambas cosas la odiarás. A nosotros nos gustan y la hemos disfrutado. Y más en un maratón nocturno, después de tragarte la última locura de Sion Sono. Deathgasm es corta y se hace corta. Tiene humor y muchos guiños frikis. Su argumento es muy simple: unos estudiantes “loosers”, componentes de una banda de rock heavy, se encuentran una partitura de una canción que promete poder al que la toque, invocando demonios. La tocan y lo que ocurre a continuación es lo esperado: gente poseída, demonios (con su homenaje a Demons de Lamberto Bava incluido), caos y matanza apocalíptica, con un gore de lo más clásico. Pese a todos estos fantásticos elementos, tampoco es una maravilla de película, simplemente da lo que promete.
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El cineasta Jeremy Saulnier nos demostró que podía contar historias turbias y violentas cuando en 2013 presentó Blue Ruin. Green Room nos confirma su condición de magnífico narrador y amante del cine, cogiendo un argumento de película de serie b, al más puro estilo John Carpenter, y convirtiéndolo en un retorcido drama, con una violencia seca y cruel. Con una atmósfera irrespirable, Saulnier nos cuenta el asedio que sufren unos músicos de una banda punk-rock cuando se quedan atrapados en un bar de neonazis psicópatas. Todo pasa por un malentendido, al estar en el peor momento, en el lugar equivocado y va a más, recordando en ciertos momentos a otro de los más grandes, Sam Peckinpah, cuando en Perros de paja (1971), puede que su mejor película, encierra a Dustin Hoffman y a Susan George en una casa y los somete al ataque de unos pueblerinos ebrios y enloquecidos, que solo necesitan una pequeña excusa para desatar los más bajos instintos. Green Room es un “perros de paja” actualizado, pero con el mismo alma y el buen sabor de los clásicos de Peckinpah.
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Knock Knock es la última película de Eli Roth, director de Hostel (2005), Cabin Fever (2002), entre otras. Es un realizador polémico, por el estilo de cine que hace posee seguidores y detractores por igual. Esta última cinta ha decepcionado a sus fans y al público en general. No soy uno de los decepcionados, pero tampoco es que fuese admirador de este hombre. Cierto es que la primera de Hostel me resultó simpática, pero la segunda parte, Hostel 2 (2007), me aburrió y exasperó cantidad. Tampoco disfruté su cinta de caníbales, The Green Inferno (2013). En cambio, esta última sí, ésta sí me ha gustado, y mucho.
Un plano recorre un pasillo de un chalet de una familia adinerada. Vemos cuadros con fotos. Es la típica familia feliz americana. Lo vemos confirmado cuando aparecen ellos. Son perfectos. Marido y mujer atractivos, él arquitecto, ella escultora; con sus dos hijos e incluso un perro. La familia idílica estadounidense, con mezcla de culturas incluida: ella es española. Dentro de esa supuesta perfección entran dos huracanes con las caras de Ana de Armas y Lorenza Izzo y desmoronan absolutamente todo. El marido, interpretado por Keanu Reeves, se queda solo en casa una noche y es asaltado por estas dos inocentes e inofensivas bellezas. Lo que empieza como un acto de buena fe, acaba en una orgía desenfrenada y desemboca en caos. Con sorna nos demuestran que, lamentablemente, todos los hombres somos infieles por naturaleza, incluso el mejor de los padres. Todo ello llevado por un juego retorcido al más puro Funny Games (Michael Haneke, 1997), pero sin su violencia heladora, más bien por el terreno del humor negro. La mirada pánfila que caracteriza a Keanu Reeves, se va angustiando y desesperando, para finalmente estallar con un monólogo que pasará a la historia dentro de la carrera del actor. Esto es para felicitar a Eli, pues desde Speed (Jan de Bont, 1994), nunca había visto a Keanu actuar mejor, aunque aún no he visto John Wick (Chad Stahelski, 2014), que dicen que está muy bien; por lo que puede que estemos ante su etapa actoral más álgida. Volviendo a Knock Knock, recalcar lo bien que está suministrada la intriga, el tempo de la narración y, sobretodo, lo redondo de su cierre, con un gag de lo más acertado, relacionado con las malditas redes sociales, que tanto nos inundan hoy día. Y no podía acabar la cinta de otra forma que volviendo a recorrer los mismos pasillos que al principio, pero con todos los cánones familiares derrumbados, incluido el arte moderno que realiza la mujer, y que tan ridículo resulta.
No es la película que más nos ha gustado del festival, ni mucho menos, pero es la que más defensa merece, por su buen resultado, para el que esto escribe la mejor de su director, y por todos los ataques injustos que ha recibido.
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LA PRÓXIMA VEZ APUNTARÉ AL CORAZÓN
Hay algo en esta película que nos remite a los fríos thrillers franceses de los años 70. Puede que sea su estética azulada y lo poco emocional y calculada que resulta esta historia, basada en hechos reales, de un asesino en serie que también era gendarme. Me venía también el recuerdo de otra gran película inglesa, casi desconocida en España, llamada The Black Panther (Ian Merrick, 1977), un estudio pormenorizado de un delincuente chapucero, también basado en un caso real. La próxima vez apuntaré al corazón es muy interesante, de narración pausada, con varios momentos de buena tensión. En ella, destacan la interpretación de su protagonista, Guillaume Canet, nominado en los premios Cesar por este papel; y una larga secuencia de persecución por un bosque, dirigida brillantemente y con una resolución muy sorprendente. Muy recomendable.
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Siempre hay en el festival ciertas películas que desconciertan al público. En este caso, Lace Crater, es, junto a Ludo, un buen ejemplo de ello. Lo cierto, es que, al estar dentro de una sección paralela, te puedes encontrar cualquier cosa. En Planeta5000 nos gusta arriesgar y nos metemos a ver películas fuera de la Sección Oficial, y sin leer casi la sinopsis. A veces acertamos y descubrimos joyas, como por ejemplo Tangerine, pero otras fallamos estrepitosamente, como en el caso que nos ocupa. Lace Crater, nombre que ni tiene que ver con la cinta, trata sobre una chica que se acuesta con un fantasma (voluntariamente) y, desde entonces, sufre una progresiva degeneración de su cuerpo. Todo un disparate, narrado con calma, demasiada calma y con muy poco contenido dramático, humorístico, terrorífico,...bueno, contenido en general. Y, sobretodo, muy aburrida.
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Anton Corbijn nos demostró lo buenísimo que es con su película El americano (2010), cinta maltratada por cierto sector de la crítica especializada y parte del gran público. Incomprensible, pues para nosotros es una auténtica maravilla. Cine puro, con un George Clooney mejor que nunca. Life es un retrato frío sobre un momento de la corta vida de James Dean, concretamente su relación con el fotógrafo de la revista Life, Dennis Stock. No es el típico biopic, pero tampoco emociona o remueve lo que debería. Se queda un poco en tierra de nadie, aunque la dirección de Corbijn sigue siendo muy buena. Robert Pattinson, que ya nos engatusó en Cosmopolis (David Cronenberg, 2013), interpreta al famoso fotógrafo, dando un paso más en el intento de alejarse de la franquicia adolescente que le catapultó: Crepúsculo.
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LOST SOUL: THE DOOMED JOURNEY OF RICHARD STANLEY'S ISLAND OF DR. MOREAU
Al igual que en el documental The Death of Superman Lives ( Jon Schnepp, 2015), en Lost Soul asistimos a un quiero y no puedo. Películas que pudieron ser pero que, por diversas causas, no llegaron a buen puerto. El Superman de Tim Burton, con Nicolas Cage de prota es una gran historia, pero esta Lost Soul no se queda atrás. La cinta nos cuenta el infierno que sufrió el director Richard Stanley (Hardware, Dust Devil) al afrontar su obra más ambiciosa: adaptar el Dr. Moreau de H.G.Wells. Una auténtica odisea que acabó por destrozarle psicológicamente hasta el punto de abandonar casi por completo el mundo del cine. Lost Soul es un documento increíble, tan absurdo que resulta una genial comedia negra, con las anécdotas de rodaje del excéntrico Marlon Brando.
A diferencia del Superman de Burton, la película de la que habla, La isla del doctor Moreau, finalmente vio la luz en 1996, dirigida por el mercenario John Frankenheimer (que adoro) en horas bajas, aceptando cualquier aportación creativa absurda de Brando, y también de Val Kilmer, “otro que tal baila”. Y se estampó, tanto de crítica, como de taquilla. Está considerada un bodrio. Lo cierto es que a mí me encanta, es mi personal “guilty pleasure”, o placer culpable, por toda la historia que la rodea y por lo bizarra que resulta; y este documental, Lost Soul, es un complemento perfecto para una doble sesión.
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El amor a través de los ojos de Gaspar Noé, el hombre que dirigió la brutal Irreversible (2002). Es una obra dolorosa y muy sexual, implícita y explícita, con escenas de sexo real. Para más “inri”, está rodada en 3D. Escenas pornográficas; algunas resultan meramente provocativas, otras alcanzan altas cotas de belleza, como el trío sexual que realizan los protagonistas. Pero el contenido es profundo, intenso, imborrable. Ésta sí que es una de las grandes joyas de esta edición de Sitges, por mucho que la crítica “old school” la califiquen de vacía y aburrida. La mayoría de los asistentes al pase matutino, estuvimos de acuerdo en que era una verdadera joya, tal vez solo se resienta por su larga duración, de casi dos horas y media. También he de decir que experimenté una sensación muy extraña con esta película. Poneos en situación: son las diez y media de la mañana, pasadas, llegamos corriendo, tarde por desayunar como es debido. La película no ha tenido presentación, por lo que empieza muy puntual. Entonces, nos dan las gafas 3D y entramos a oscuras. Me tropiezo con gente que hay por los pasillos. Me pongo las gafas y busco un sitio libre; el Auditori (el cine más grande del festival) está lleno. Miro la pantalla: en plano fijo una chica masturba a un chico. Me siento en el primer sitio que veo. Contemplo de nuevo el cine, repleto hasta arriba de gente con las gafas de plástico. Continúa en plano estático la masturbación hasta que el chico eyacula. El público arranca en una ovación. Miles de personas, a las 10 de la mañana, aplaudiendo porno. Parece sacado de una peli de Quentin Dupieux o del mismísimo Buñuel. Luego, poco a poco, voy metiéndome en la historia que nos cuenta Noé, dejándome atrapado en el asiento, como siempre ha logrado. Mención especial merece su banda sonora, que incluye el tema principal de la película Rojo oscuro (Dario Argento, 1975) y el de Asalto a la comisaria del distrito 13 (John Carpenter, 1976), una auténtica delicia para los más fans.
No sé si podrá estrenarse en salas, sin cortes, pero si sucede no dejéis de ir a ver esta maravilla, y en 3D, para que veáis nuevas posibilidades que ofrece la tridimensionalidad.
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Este año tres películas presenta Sion Sono (premiado con “La máquina del tiempo”). De las tres, ésta es la más infantil, una especie de fábula navideña, con monstruo gigante incluido. Pero infantil en Japón no es como aquí, allí tienen que inculcarles la locura a los niños por lo que esta cinta, en muchos momentos, está muy lejos de ser la típica película para infantes. Nos cuenta la historia de un completo inadaptado social, del que se ríe la gente continuamente, que le cambia la vida al adquirir una pequeña tortuga. No desvelaremos más porque la sucesión de frikadas es absoluta y apabullante. Es mejor verla y dejarse llevar, sin complejos, ni prejuicios. De esa forma es muy disfrutable.
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El desastre de esta edición es, sin dudas, Ludo. El propio festival la promocionó, diciendo que era alucinante, terrorífica, brutal. Y lo alucinante es que una obra así esté compitiendo en Sección Oficial, junto a verdaderas maravillas. Para empezar, está mal hecha, parece realizada entre amigos, antes de entrar en la escuela de cine. Después está la historia, farragosa, insulsa, que incluye una especie de parchís diabólico, vampiros y gore cutre, injustificado, sin humor y casposísimo. Todo un despropósito, vamos.
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Arnold Schwarzenegger ha vuelto al cine con fuerza, dispuesto a llegar a lo más alto, como en los años 80-90, donde era el actor más taquillero. Este año ha regresado a la saga Terminator, en una de sus peores entregas, llena de giros ridículos; y también ha tenido tiempo de hacer esta película independiente, un drama de zombies en donde no hay casi acción. Sorprende la contención de Arnold, en un papel diferente al habitual, pero la verdad es que se echa en falta que coja una escopeta y mate a unos cuantos muertos vivientes. Aún así, la película no está mal, aunque se hace un poco pesada en su desarrollo.
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Otra de las joyas del festival, fuera del terror y de la Sección Oficial. Poca prensa había en el pase, prefirieron ver cualquiera de las de los demás cines. Por algo Nuevas Visiones nos sorprende cada día y los pases en el cine Prado se vuelven cita imprescindible.
Men and Chicken es una comedia absurda danesa, con un universo único. Es también un dramón sobre una familia de desheredados, todos con el labio leporino. También es ciencia ficción, pues se habla de experimentos genéticos, al más puro estilo Dr. Moreau. Pero, sobre todo, es una obra muy fresca, llena de humor descacharrante, al más puro estilo Tex Avery, y muy desconcertante y sugerente, como las mejores obras de Marco Ferreri. Y tiene un grupo de actores que se encuentran entre lo mejor de lo mejor, presididos por el monstruo Mads Mikkelsen, que está brillante como siempre. El guión y la dirección son de Anders Thomas Jensen, que ya había mostrado su particular universo en Adam's Apples (2005) o The Green Butchers (2003) y en multitud de películas como guionista, entre las que se incluyen las de Susanne Bier (En un mundo mejor, Brothers) y otra de las películas presentadas este año en Sitges: The Salvation (Kristian Levring, 2014).
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La segunda película de Joe Begos, tras la curiosa Almost Human (2013), es otro homenaje al cine de los años 70-80 americano de terror y ciencia ficción. En esta ocasión, emula el cine de telequinesis. Obras tan importantes como Scanners (David Cronenberg, 1981) o La furia (Brian de Palma, 1978) se reflejan en esta divertida cinta de serie b. Unos primeros cuarenta minutos flojos, sin mucho interés, derivan en un final apoteósico de gore artesanal e interpretaciones pasadas de vuelta. Toda una delicia para los amantes de este tipo de cine, entre los que nos encontramos.
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La segunda película americana de Paco Cabezas, tras la floja Tokarev (2014), es un divertimento muy bien llevado, con unos geniales Anna Kendrick y Sam Rockwell. Gran parte del buen funcionamiento de la obra es debido a su guionista, Max Landis, hijo del mítico John Landis (Blues Brothers, Un hombre americano en Londres). Max ya había demostrado su talento con el guión de Chronicle (Josh Trank, 2012), un “found footage” de superhéroes, original, con similitudes al Akira de Ôtomo. En Mr. Right despliega un humor cercano al de su padre. También está la ágil dirección de Paco Cabezas, mucho más libre que en Tokarev, moviéndose entre el drama, la comedia y la acción, sin despeinarse. Y si sumas al divertido guión y a la buena dirección, el perfecto casting, difícil es que salga mal, porque no solo están Kendrick y Rockwell; entre los secundarios se encuentran Tim Roth, que mola siempre, y el rapero RZA, que interpreta un personaje entrañable.
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Esta obra experimental sigue al escritor Michel Houellebecq, que interpreta a un hombre cansado de la vida, que se va al monte con intención de suicidarse. Cuando lo intenta no es capaz y vaga varios días por el campo, replanteándose su existencia. Interesantísimo documento, repleto de humor, pero muy desconcertante en su desarrollo. Puede que no sea una película para el gran público pero su visionado puede ser una experiencia muy enriquecedora, pues contiene unas reflexiones muy lúcidas sobre la vida.
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Un taxista loco recorre la ciudad de noche, combatiendo el crimen. Una premisa poco original pero interesante deriva en un terrible sinsentido. Muchos momentos de la cinta contienen una brutal violencia, heredada del nuevo cine de terror francés, y un ritmo más o menos ágil, pero la historia no tiene ni pies ni cabeza y cuando quieren explicar lo que pasa, no hay quien se crea nada. Mención especial al final del tercer acto en donde aparece un elemento “manga” que chirría especialmente.
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Hay algo en la cara y presencia de Vincent Cassel que traspasa la pantalla. Es algo que tienen muy pocos actores y, cuando aparecen en acción, da igual qué esté pasando ni quien esté con ellos, no puedes dejar de mirarlos. Es una especie de don, un talento innato para llegar al espectador. Ese don también lo tienen Javier Bardem o Joaquin Phoenix, por poner un par de ejemplos. En Partisan sale Vincent Cassel y no puedes pestañear ante la historia que protagoniza, extraña y personal como pocas del festival. Tal vez no es una maravilla, pero tiene el suficiente interés y fuerza como para atraparnos.
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Como todo lo que hace Takeshi Kitano, es de visionado obligatorio. Este señor nos ha regalado tantas maravillas que hasta sus películas más flojas miramos con encanto y benevolencia. Ryuzo... no se encuentra entre sus mejores trabajos, pero aún así resulta divertida y con un punto entrañable. Pero la verdad es que llevamos muchos años echando en falta la poesía que contenían otros de sus trabajos como Hana-Bi (1997) o Sonatine (1993) y la maravillosa música de Joe Hisaishi.
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En tan solo ochenta minutos de duración Slow West consigue emocionarnos e introducirnos en un “salvaje Oeste” bien conocido por todos, pero con ciertos rasgos de originalidad y sorpresa. Muchos de sus momentos de tensión son resueltos con un humor negro muy “hermanos Coen”. De hecho, tiene unos gags mucho más frescos que algunos de los que aparecen en el western de los propios Coen: Valor de ley (2010). Más allá de la frescura de ciertos momentos de la cinta, también destacar el importante contenido emocional que posee, medido y dosificado durante el metraje. Una película interesante, por diferente y, sobre todo, muy agradable.
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SPL 2: A TIME FOR CONSEQUENCES
Peliculón de acción con Tony Jaa repartiendo candela fina. Un divertimento realmente espectacular, con unas tramas muy elaboradas, pero que pecan por momentos de demasiadas casualidades. De todas formas, no podemos olvidar que se trata de acción y, donde tiene que lucirse, se luce, dejando boquiabierto al personal, con unas secuencias interminables de artes marciales, donde los golpes duelen de veras. Genial, como siempre, está también el actor Simon Yam (Exiled, Election), homenajeado este año en el festival por su larga carrera dentro del cine de acción.
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Una pequeña fiesta de ricos en el campo es el escenario de una carnicería por unos bichos mutantes gigantes. Con un argumento de serie b de los años 50, Stung es una cinta sin pretensiones, divertida y olvidable, pero perfecta para pasar el rato. El festival la programó junto a Bite y la combinación no puede ser mejor, ambas de insectos pero con un tono muy diferente.
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Otra del maestro Sion Sono. Ésta, por argumento, parecía la más prometedora de las tres que se proyectaron del director nipón. El planteamiento no puede ser más delirante: Un autobús repleto de colegialas japonesas recorre una carretera por el campo cuando, de repente, algo extraño divide el bus en dos, cortando por la mitad a todas las chicas salvo a la protagonista. De ahí, para arriba en lo que a locura se refiere. Eso sí, cuando llevas una hora de peli sin entender prácticamente nada, estás tan cansado de ver chifladuras que el desenlace poco puede salvar el desaguisado. Nada mal si te gustan las idas de pinza porque sí. A nosotros nos recordó algunas obras de Takashi Miike como Izo (2004), donde la “psicotronía” campa a sus anchas.
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Una de las sorpresas más agradables de esta edición del festival nos la ha dado una película que no tiene nada que ver con el cine fantástico, pero sí mucho con el “cinema verité” de las primeras obras de Spike Lee o Kevin Smith. Tangerine está destinada a ser un clásico instantáneo. Lo primero que sorprende es tal vez lo que más se publicita de ella: está rodada íntegramente con iphone 5, pero no es lo más importante del tema, pues contiene una frescura y un ritmo apabullante.
Seguimos durante una tarde y una noche a la prostituta transgénero Sin-Dee Rella, desde que sale de la cárcel y busca a su chulo, que también es su novio, para “cantarle los cuarenta” por haberle puesto los cuernos. Un viaje a toda velocidad por el “Downtown” de Los Angeles, lugar inhóspito, lleno de gente triste y sin esperanza. También nos cuentan los esfuerzos de la mejor amiga de Sin-Dee, Alexandra, por triunfar en la música y dejar las calles. Y, paralelamente a estas dos amigas, está Razmik, un taxista armenio, “felizmente” casado pero totalmente incompleto, que busca la compañía y comprensión de las chicas “trans” que recorren las calles. Todo esto en una calurosa nochebuena, que es el mejor marco para contar una historia de soledad y tristeza, pero con mucho humor y sensibilidad.
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Una de las películas de terror más esperadas del festival no decepcionó, especialmente a los seguidores de su director, Sean Byrne, padre de la turbadora The Loved Ones (2009), que pudimos ver hace unos años en un maratón del cine Prado. Como él mismo dijo en la presentación, The Devil's Candy es terror y heavy metal, la misma fórmula que Deathgasm, pero sin el exagerado humor de la otra. De hecho, la atmósfera malsana que consigue es lo mejor de la cinta. Pese a sus grandes ideas visuales, a mitad de metraje el interés decae un poco, sin llegar a perderse, y su clímax no está a la altura de su primer acto. Igualmente es una gran obra para un festival como Sitges, porque a veces casi olvidamos que se trata de un festival de cine de terror. Por último mencionar lo sorprendente que resulta su cortísima duración, de apenas 70 minutos, que choca frontalmente con el cine actual, obsesionado con superar siempre las dos horas de metraje.
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El metacine siempre funciona bien dentro del fantástico. Uno de los máximos exponentes de ello fue Wes Craven, con sus sagas de Pesadilla en Elm Street y Scream. The Final Girls supone un enorme homenaje al género “slasher”, con un humor desenfadado y música ochentera. Todo un disfrute para los fanáticos de este tipo de cine. Sin duda fue una de las favoritas este año y, pese a no ganar el premio del público, se llevó dos galardones, los correspondientes a guión y el especial del jurado.
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El actor Joel Edgerton debuta en la dirección con una historia no demasiado original pero con un tratamiento inquietante, cocido a fuego lento. En el reparto, buenos actores, incluido el propio Edgerton, que se reserva el mejor papel, ganando merecidamente el premio a Mejor Actor.
The Gift nos cuenta la extraña relación que se establece entre un joven matrimonio y un antiguo compañero de colegio del marido, un hombre aparentemente afable y detallista, que hace continuos regalos a la pareja. El problema es que algunos regalos agradan, pero otros no tanto.
Sin ser brillante, la película se puede degustar y posee algunas buenas sorpresas de guión.
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Bosques malditos, leyendas milenarias, irlandeses enfadados,... Elementos mezclados en esta historia poco original pero con buena atmósfera. Una familia inglesa se muda a vivir a un pueblo de Irlanda. El marido trabaja para una empresa de tala de árboles, analizando el bosque de la zona. Los del pueblo le avisan de que el bosque es sagrado. Él no hace caso y sigue con sus experimentos, lo que desatará la ira del bosque.
La trama de esta película avanza un poco a tirones y, aunque posee un buen ritmo, se llega a hacer un poco pesada.
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La gran ganadora de esta edición es una cinta independiente americana, dirigida por Karyn Kusama (Jennifer's Body, Aeon Flux). Una pareja es invitada a una fiesta de antiguos amigos, en una casa de las afueras. Hay buen rollo pero algo extraño pasa, no sabemos si en la mente del protagonista, Will, o en la casa. Todo apunta a que se trata de una secta pero hay un trauma que refiere a Will y a su antigua novia, Eden, anfitriona de la fiesta. Años atrás perdieron un hijo y ella ahora se comporta de forma extraña. Lo que se plantea como una tranquila cena de amigos, va degenerando poco a poco, adquiriendo tintes muy dramáticos y finalmente violentos.
Una gran película, la mejor de su directora.
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El debut de Robert Carlyle en la dirección es prometedor. Con mucho humor negro inglés y narración a lo Guy Ritchie, abusando de la voz en off, nos narran la historia de Barney Thomson, también interpretado por Robert Carlyle, barbero cascarrabias, humillado constantemente por su madre y su jefe. Un día se entera que no va a renovar contrato en la barbería y mata accidentalmente a su jefe. Esto le acarreará un lío de cuidado, al llegar incluso a ser confundido con un asesino en serie muy buscado. Diálogos con mucha chispa y situaciones rocambolescas, llenan esta cinta, donde brilla con especial intensidad una Emma Thompson espectacular, interpretando el papel de madre alcohólica, adicta al bingo. Sin desmerecer el gran trabajo de Robert Carlyle y Ray Winstone.
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Una jauría de perros asesinos asedia una casa, donde habitan una veterinaria, su marido y sus dos hijos. Muy poco humor o ninguno para una historia mil veces vista. No está mal realizada pero le falta chispa, acción y emoción.
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En 1993, Richard Williams estrenó El ladrón de Bagdad, versión reducida y edulcorada de la película que llevaba realizando desde 1968, llamada originalmente The Thief and the Cobbler, que significa El ladrón y el zapatero. Fue una imposición de la Warner, que acabó financiando el proyecto y quitándole el contenido adulto que en su origen poseía. Ahora, en 2015, Richard Williams sigue trabajando por acabar la película que él realmente quería hacer. En Sitges se ha proyectado una copia inacabada, con escenas hechas con bocetos y música provisional, y la ha presentado el propio Williams, un nombre enorme dentro de la historia del cine de animación. Solo por mencionar un dato, Richard Williams es el director de animación de la obra maestra de Zemeckis ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988). Ahí es nada. Y este “workprint” que pudimos ver de The Thief and the Cobbler nos dejó boquiabiertos a muchos de los asistentes. Es una auténtica maravilla, llena de geniales ideas visuales, divertidísima. Y sorprende y escama las similitudes con la película Aladdin (1992), de Disney. Hay personajes y situaciones calcadas, por lo que es muy difícil achacarlo a la casualidad. Ya sería mucha coincidencia.
Como curiosidad que dijo Williams en el coloquio que hubo después de la proyección, él hizo un pase de la película hace poco en los estudios de Pixar, por petición de ellos. Durante la película nadie río, ni dijo nada, no se escuchó ni un ruido. Después él preguntó si no les había gustado la película, a lo que contestaron que por supuesto que sí, pero que no hicieron ningún ruido porque estaban alucinados con la técnica de la película, con los movimientos de los personajes y, en general, con las propuestas visuales.
Entre la presentación, la película y el coloquio, este pase fue uno de los mejores momentos que vivimos en esta edición del festival.
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Otra de Sion Sono que vimos, la tercera y, tal vez, la peor. Ésta va de unos chicos vírgenes que una noche adquieren poderes telequinéticos, al darles una luz espacial mientras se masturbaban. Con esos poderes se dedican a combatir el crimen. De nuevo, un delirio, con un alto contenido sexual. Una comedia erótica al más puro estilo Pajares y Esteso, pero con las excentricidades niponas. Todo un desfase, inclasificable.
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The Witch inauguró este año el festival y, como muchos ya han dicho, fue la mejor película de apertura en años. Una obra desasosegante, de un estilo y narración ejemplares. Un gran debut con muy pocos defectos. Un estudio del mal, cuidadoso, exhaustivo, en donde la fotografía es tan protagonista como los personajes. Una pequeña joya que, por ponerle alguna pega, se estanca un poco a la hora de metraje, pero que reengancha para finalizar a lo grande. Su director ganó el premio a Mejor Director en Sundance.
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Con Max Max aún en mente, entramos a ver TURBO KID y, pese a estar muy lejos de la maestría de George Miller, nos gustó bastante. Es verdad que se trata de una película mucho más barata que la de Miller, aunque la esencia también es mucho más débil. El mayor defecto que la vemos es que creemos que funciona sólo como homenaje a un tipo de cine, a un estilo. Le quitas eso y te quedas sin nada, pero eso no quita que sea un gran divertimento, vacío, pero eficaz.
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Lo más conocido de esta película es que se trata de un solo plano de dos horas y media. Lo más sorprendente es que, pese a ello, entretiene todo el rato. Más que una virtud, me parece una carga, pero al rato te has olvidado de que es solo un plano y eso es algo muy encomiable. Su mayor problema es su falta de credibilidad. Victoria, interpretada por la actriz catalana Laia Costa, es una joven que vive en Berlín. Una noche conoce a un grupo de chicos, que la lían para seguir de fiesta. De ahí en adelante, empieza el meollo, que no desvelaré pero que es harto irreal.
Gran trabajo de los intérpretes, propuesta formal arriesgada pero, de alguna manera, fallida, por no cuidar ciertos detalles de la trama.
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Junto a As Gods Will, la última locura de Takasi Miike. Un jefe de la yakuza, que también es vampiro, es asesinado por una especie de “Van Helsing” neogótico, con ayudante “nerd”, que resulta ser el crack de las artes marciales, Yayan Ruhian, uno de los protas de la saga The Raid. Tras esta muerte se desata el caos, pues el heredero del imperio yakuza no sabe gestionar su sed de sangre y muerde a todo el que se encuentra en su camino, sea quien sea, convirtiéndolo en yakuza-vampiro. El mundo se llena de chupasangres de la mafia yakuza, generando una especie de apocalipsis, como su título indica. Entre todo este dislate aparece un ser místico, que es un tipo metido en un traje de gomaespuma con forma de rana, como los que deambulan por las plazas mayores ofreciendo fotos por dinero, y empieza a repartir “mandanga” de la buena. Las carcajadas fueron épicas y las imágenes, imborrables.
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Recientemente se ha estrenado THE BOY y Claudia López nos escribe una crítica
The Boy La historia dirigida por William Brent Bell comienza con una joven americana, Greta (Lauren Cohan) que decide trabajar de au pair en Inglaterra para huir de un pasado tormentoso. Cuando llega a la flamante mansión conocerá al niño que debe cuidar, Brahms, tan especial que resulta ser un muñeco a tamaño real de un niño de 8 años (la edad con la que murió Brahms en un incendio). Las normas que los padres imponen son severas, deberá cuidar al muñeco como si fuera su propio hijo, leyéndole en voz alta o poniéndole música clásica, sin embargo, los padres se van de vacaciones, y Greta decide tomarse un descanso de sus obligaciones de niñera. Es entonces cuando la cosa comienza a ponerse interesante, puesto que Brahms no consentirá tal abandono. Dentro de este marco desasosegaste, la historia personal de la protagonista refleja una lacra de la sociedad, la violencia machista, y aunque por un lado se agradece la visibilidad y denuncia por otro lado pierde interés, pues lo que realmente se quiere ver es al muñeco poseído hacer de las suyas. Las películas de muñecos diabólicos reflejan un miedo intrínseco del ser humano a “la representación de lo otro”. Sus aspectos aniñados e inocentes les hacen aún más terroríficos, y prueba de esto son películas como Muñeco diabólico o la más reciente Anabelle. La posibilidad de que estos "juguetes infantiles" puedan albergar maldiciones o incluso almas, ya sean buenas o malas, lo ha sabido aprovechar bien el cine, sin embargo hay un buen puñado de casos reales de muñecos embrujados, entre ellos el de la propia Anabelle, que está basado en una muñeca real.
El film que nos ocupa provoca una sensación de tensión constante sin recurrir al susto fácil, con un ritmo inmutable e impecablemente dirigida. Por otro lado, la fotografía en tonos oscuros, apagados nos provoca más de un escalofrío en la lúgubre mansión de estilo victoriano.
TEASER - SITGES 2015
Festival Internacional de Cinema
Fantàstic de Catalunya - SITGES 2015
www.sitgesfilmfestival.com
Una crónica-cobertura del FESTIVAL SITGES 2015 por: José Antonio Monge y Alberto Carpintero. - Agradecimientos y fuentes SITGES PRENSA
INFORMACIÓN SOBRE EL FESTIVAL SITGES 2015 PULSA AQUÍ
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